EL DISCURSO DEL REY

Excelente y oscarizable, con un reparto inmejorable

El discurso del rey es la segunda película del británico Tom Hooper, dedicado a la televisión hasta su debut en 2009 con Damned United, una comedia libremente basada en hechos reales centrada en el mundo del fútbol que gozó de buena acogida crítica. Aunque en este caso el sello de fábrica de la película no es el del director sino de sus productores: los hermanos Bob y Harvey Weinstein. Fundadores de Miramax y desde 2005 en The Weinstein Company, los hermanos Weinstein han sido figuras clave para el auge de las producciones independientes (es decir, al margen de los grandes estudios tradicionales) en los últimos 20 años. Han intervenido en la producción de todas las películas  de Quentin Tarantino desde que rodó Pulp Fiction; en títulos tan exitosos como la trilogía del Señor de los Anillos o tan prestigiosos como Smoke. Pero la marca de fábrica de su producción  son películas técnicamente impecables, con gran fotografía y banda sonora, con actores de primera línea y muy buenos directores. Aunque traten temas serios o controvertidos, siempre se puede contar con una narración fluida que enganche y entretenga a la mayoría de los espectadores. Sumando a esas características una capacidad impresionante de promoción de sus títulos, no es de extrañar que casi cada año haya al menos una de sus películas entre las candidatas al Oscar a la mejor película. Las lista es impresionante: El paciente inglés (1996), El indomable Will Hunting (1998), Shakespeare in love (1998), Las normas de la casa de la sidra (1999), Gangs of New York (2002), Chicago (2002), Cold Mountain (2003), El Aviador (2004), Buscando Nunca Jamás (2004), El lector (2008) o Nine (2009).

Sin haber aparecido aún las candidaturas de este año, me extrañaría mucho que El discurso del rey no estuviera nominada a mejor película, mejor actor y mejores actores secundarios, masculino y femenino como poco. La película, basada en hechos reales, tiene como protagonista a Albert, duque de York (Colin Firth), segundo hijo del rey Jorge V de Inglaterra (Michael Gambon). Alfred está felizmente casado con Elizabeth (Helena Bonham Carter) y tiene dos hijas a las que quiere mucho, Elizabeth (Freya Wilson), actual reina de Inglaterra, y Margaret (Ramona Marquez). También es un hombre que se toma en serio sus responsabilidades y ejerce con competencia todas  sus tareas excepto una: hablar en público. Albert es tartamudo desde la más tierna infancia, lo que convierte cada acto en que se tenga que dirigir al público en una ordalía. Para colmo, desde la década de 1920 la radio se popularizó, siendo usada de forma creciente por el rey y sus hijos para dirigirse a todo el Imperio. Después del traumático discurso de clausura de la British Empire Exhibition en Wembley en 1925, radiado a toda la extensión del Imperio Británico, Elizabeth convence a su marido para que pruebe con un nuevo terapeuta del habla, Lionel Logue (Geoffrey Rush). Logue es un individuo heterodoxo, tanto personal como profesionalmente; siempre insiste en realizar el tratamiento en su propia consulta y en tener un trato cercano y familiar con sus pacientes como parte integral de la terapia. Esto le ocasiona más de un problema con Albert, desconfiado tras múltiples terapeutas y pocos éxitos, de carácter más bien tímido y con propensión al mal genio. Pero a Albert le interesa mucho perder su tartamudeo en público, ya que su hermano David (Guy Pearce), heredero al trono, pretende casarse con Wallis Simpson (Eve Best), una mujer americana, divorciada y de ideas pro alemanas; hechos que le acercan a él una corona que no tiene ganas de llevar.

El discurso del rey es una película de factura impecable. Su guión, milimétrico, potencia los aspectos personales; sin negligirlos, da por conocidos los grandes sucesos de la época: el ascenso de Hitler y el cambio en la política de Alemania, la pasividad británica y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. El guión se centra en los personajes y sus dinámicas familiares; Albert se presenta como un hombre tímido, de infancia complicada, tan complicada que quiere evitar que se repita en sus hijas. El Albert de la película es un hombre decidido a no repetir los errores de sus padres en cuanto a familia; su esposa Elizabeth, cálida, cercana, y de pensamiento independiente, es su principal apoyo. Lionel Logue es retratado como un hombre con una gran empatía, simpático, teatral y ciertamente modesto; su terapia es novedosa, incorpora técnicas psicológicas y de relajación que al cabo de un tiempo empiezan a tener un efecto positivo en Albert, tanto en su habla como para hacerle plantear aspectos de su vida. Este tipo de terapia finalmente establecerá un vínculo entre ambos. El corto reinado de David, casado con Wallis Simpson, es tratado de forma superficial, mostrando a David como frívolo, egoista y obsesionado con su esposa, a la que cubre de lujos; el guion pasa muy por encima sus simpatías proalemanas y su acercamiento con el régimen nazi.

El plantel de actores es impresionante, sin duda lo mejor de la cinta. Colin Firth realiza una interpretación fantástica, llenando de vida a su personaje y dotándolo de un tartamudeo muy realista. Firth es un actor fabuloso, transmite muchísimo sin necesidad de grandes gestos; en esta película logra dotar de carisma y humanidad a un personaje a priori bastante antipático. Geoffrey Rush, otro actor fuera de serie, está tan inspirado como Firth y le da la réplica perfecta; la interacción entre ambos es el eje de la película y la clave para que funcione. Helena Bonham Carter y Guy Pearce, esposa y hermano de Albert, también bordan sus respectivos papeles, básicos para la trama. El resto del reparto lo completan actores fuera de serie como Derek Jacobi o Timothy Spall en personajes secundarios que cobran fuerza gracias a su carisma y saber hacer.

La dirección de la película me pareció correcta pero quizá algo impersonal. El ritmo de la cinta es impecable, sus escenarios perfectamente recreados y su fotografía muy buena; sólo me chocó la abundancia de planos con mucho angular, cuando quizá por tipo de historia le hubiera convenido justo lo contrario. La banda sonora de Alexandre Desplat, complementada con música de Beethoven, le da el aire correcto a la abundancia de escenarios palaciegos.

En conjunto El discurso del rey me pareció una muy buena película, una combinación de buenos acabados artísticos y técnicos, grandes interpretaciones y una historia básicamente dramática de autosuperación amenizada con los desahogos cómicos justos para no cargar demasiado las tintas. El más que amable retrato de los protagonistas, padres de la actual reina de Inglaterra, demuestra que el interés de la película estaba más en el lado de contar una historia sin levantar ampollas que en el de documentar hechos y personajes reales, un arreglo conveniente para todo el mundo. Quizá el principal defecto que le encontré a la cinta fue una cierta falta de personalidad en la factura y en el tratamiento del tema; El discurso del rey es muy agradable de contemplar, un producto pulido y pensado para llegar al máximo número de gente y no molestar a nadie, pero a mi parecer algo carente de nervio. A mi me gustó, me entretuvo y disfruté con ella, pero no llegó a emocionarme, ojalá se hubiera arriesgado más con los personajes y mostrado más del contexto político e histórico que los rodeaba.

(c) 2010 Jordi Flotats